Esta semana tuvimos nuestra tercera sesión con
Ana, una sesión muy práctica que se enfocó en el libro de texto, un recurso que
emplearemos todos en algún momento de nuestras carreras. Personalmente no estoy
de acuerdo con los que dicen que es un recurso anticuado que no permite la
personalización y la creatividad que dan paso a la enseñanza eficaz y motivadora, porque para mí cualquier recurso que quita
trabajo del profesor y que provee una estructura a las clases, además de
permitir que los alumnos dirijan de su propio aprendizaje, no puede ser algo
malo. Sin embargo, está claro que, como todos los recursos, es muy importante
adaptarlo al grupo específico allí en el aula y no seguir el camino a ciegas
sin analizar la acción educativa que estás realizando.
Por eso, a mí me gustaba mucho todo lo que
hicimos en la sesión sobre cómo utilizar el libro de texto y cómo seleccionar
los ejercicios, especialmente los que se relacionan con la lectura y la
gramática. A mí ejercicios de leer siempre me han parecido un poco difícil de realizar
en el aula porque quiero que mis alumnos aprovechen el tiempo para mejorar la comunicación
oral, algo más difícil de practicar en su tiempo libre, en vez de estar mucho
tiempo en silencio, entonces normalmente los envío como los deberes y
trabajamos de una manera más interactiva con el texto en la clase siguiente. Me
interesaba mucho ver cómo podría convertir incluso la primera lectura en una
actividad más comunicativa al realizar ejercicios como reordenar los párrafos
para crear el texto o, después de trabajar un tiempo con el texto, reescribirlo
en grupos para consolidar su conocimiento del vocabulario y de la gramática
utilizado allí. También, era muy útil para mí ver ejemplos de la enseñanza implícita, a diferencia de explícita, de la gramática. Ahora
mismo doy clases a muchos adultos y normalmente ellos me piden la gramática
explícita porque les gusta tener el consuelo de normas que dirigen su uso del
idioma y que les asegura de que lo estén haciendo correctamente, pero a menudo
se centran tanto en ese aspecto que afecta a su habilidad para comunicarse. Creo
que les podría ayudar aprender la gramática de una manera más natural, sin memorizar
listas de normas de las que después sólo van a preocuparse, porque se
interiorizan así su uso, comprendiendo mejor las normas de cuándo y cómo aunque
no son capaces de expresar exactamente por qué se hace así. Para los estilos
distintos de aprendizaje, algo que también me entusiasmó bastante con la
gramática era la idea de estudiarla de una forma kinestésica, con los alumnos
levantándose cada vez que escuchan una categoría de palabra. Nunca he enseñado la gramática con el movimiento antes y normalmente en el aula
dependo de la comunicación oral y de las líneas de tiempo para demostrar su uso,
y tengo ganas de probar un método que animará a más de mis alumnos.
Otra conversación que tuvimos en el aula se
centró en las teorías de unos educadores españoles que
han tenido un impacto muy grande en los últimos años, uno
de los cuales era César Bona quien consiguió estar entre los 50 finalistas para
el Global Teacher Prize en 2015. Leí su libro sobre su metodología en el aula, ‘La
Nueva Educación’, el año pasado y tanto allí como en la
sesión con Ana salieron una ideas muy interesantes. Me gustaba mucho la idea
del aula como un espacio flexible, tanto en cuanto al físico como en cuanto a
lo aprendido allí. Estoy muy de acuerdo con que las mesas y los propios alumnos
deberían moverse siempre para formar grupos distintos, teniendo así la
oportunidad de compartir sus ideas y sus formas de trabajar con gente nueva,
además de aprender de ellos. El currículum también debe ser flexible y permitir
al profesor usar su juicio profesional en cuanto a las materias que da para que
pueda relacionarlas con eventos concretos que surgen en el aula o en el área
local, además de con los intereses del alumnado, creando un espacio donde no
aprende sólo el académico, sino también las habilidades que necesita para
formar parte de la sociedad. Sin embargo, creo que lo que más me impresionó es
que en la enseñanza no deberíamos hablar de la
innovación, sino del sentido común. Siempre tenemos conversaciones sobre ideas
muy grandes y proyectos muy elaborados con el objetivo de impresionar a
nuestros alumnos, además de a los padres y a los inspectores, pero lo
importante es sólo pensar en los alumnos que tienes allí delante, en lo que
necesitan y en cómo lo puedes conseguir mejor. La educación no tiene que ser
siempre nueva y llamativa, y lo único que tienes que hacer es ayudar a tus
alumnos a aprender.
Terminamos la clase con una discusión que a
mí me interesó mucho sobre la idea de segregación en el aula y grupos distintos
formados según las notas de los alumnos. Como alguien con experiencia de un
sistema educativo muy distinto al de España en el
cual es muy común dividir a los alumnos en grupos según sus habilidades
académicas, tengo que decir que estoy de acuerdo con la práctica, siempre y
cuando sea flexible y subjetiva. En Inglaterra en muchos institutos hay grupos
distintos para casa asignatura, entonces los alumnos tienen la oportunidad de
trabajar a un nivel en una y a otro en otra, y es muy normal cambiar de grupo
al principio de cada curso. También, allí no tenemos notas finales en cada
asignatura, con la excepción de los cursos con exámenes externos, entonces las
divisiones entre los grupos pueden basarse en más que un numero sólo. El
departamento puede usar lo que sabe de un niño, de su
contexto y de lo que le motiva para decidir el grupo mejor para él, que podría
no corresponder a las cifras que tienen. Yo creo que es de allí que viene la
dificultad de imponer este sistema en España, un
país donde el sistema educativo se basa casi únicamente en la evaluación final
y en la nota que se saca de allí para determinar lo mejor para un niño, no teniendo en cuenta su personalidad y lo que de verdad le ayudará
a aprender. Otro problema que surge muchas veces al hablar de grupos en el
instituto es la autoestima de los alumnos y cómo van a sentirse al estar en un
grupo con un nivel más bajo que la media. Sin embargo, desde mi punto de vista
eso supone que los alumnos no están conscientes de la situación ya en aulas donde
están presentes los con habilidades distintas, algo que no corresponde a lo que
he visto yo dando clase. Di clases de matemáticas en la sección bilingüe de un instituto donde estuve de auxiliar, y al principio noté que
había un grupo de alumnos que no quería contribuir y que hacía muy poco durante
la clase. Pensé que era por el inglés e intenté hacer las actividades más
visuales con más fórmulas escritas en la pizarra para que pudieran seguir las soluciones
a los problemas, pero muy rápidamente me di cuenta de que el problema estuvo en
su nivel de matemáticas. En 4˚ESO tenían un nivel de
entendimiento más cerca del nivel de 2˚ESO, y
por eso no seguían mis clases, ni muchas de las clases anteriores, y no ganaron
nada de estar allí. A mí no me parece justo bajar muchísimo el nivel de la
materia porque había muchos alumnos muy motivados, pero tampoco veo que es
justo a ese otro grupo de alumnos obligarlo a estar en un aula sin entender nada
y sabiendo que no lo entiende. Todos deberían tener la oportunidad de mostrar
los talentos que tienen y también de recibir más apoyo cuando se necesita, pero
no es práctico conseguir eso en un aula con tanta diferencia.
En conclusión, yo creo que lo importante que
aprendí de la sesión es la importancia de la flexibilidad en el aula. Tanto con
los libros de texto como con la organización de las mesas o con las divisiones
entre los grupos, es imprescindible tener en cuenta las necesidades de cada
individuo dentro de la clase y lo que le va a ayudar a aprender mejor.
Estoy segura de que lo estás haciendo fantásticamente bien en tus clases porque hablas de "aprovechar el tiempo para la comunicación oral" dentro del aula, mientras que un gran número de docentes no e dedica el tiempo necesario a ello, que es algo que no pueden tener fuera del aula.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo en que lo que hay que tener muchas veces no es más que sentido común para que las cosas salgan bien.
Muy buena reflexión!